Una vez a la semana, intentamos reunirnos un grupo de 8 amigas foráneas, todas mamás, a desayunar junto con nuestros pequeños. Nos turnamos las casas, porque claramente en un restaurante sería la locura, y la intención es convivir un rato, mientras nuestros hijos (niños que van desde recién nacidos hasta los dos años), conviven, juegan y se cansan por la mañana.
Te invitamos a leer: Organiza tu kínder rodante.
Mi marido me pregunta si realmente puedo desayunar y convivir con mis amigas acompañada de mi remolino. La realidad es que no siempre me toca comerme el desayuno caliente, ya que me paro de mi silla más veces de las que quisiera, pero la verdad es que nos divertimos mucho.
El otro día, no solo me di cuenta que las conversaciones son solamente sobre nuestros niños, sino que cada una de las mamás, teníamos una preocupación distinta por cada uno de nuestros hijos. Las mamás de los niños más grandes estábamos preocupadas porque nuestros hijos irían a la escuelita por primera vez. Mientras que las demás se dividían en diferentes preocupaciones: que su hijo mayor está enojado porque ya nació su hermanito, que a su bebé le están saliendo los dientes, que su hijo tiene reflujo, que su nena está enferma de la gripa, tiene la garganta irritada y además había tenido temperatura, y no faltó el niño al que se habían “comido” los zancudos en la noche.
No había mamá que no estuviera preocupada por algo. Desde la mamá más relajada hasta la más aprehensiva, todas teníamos alguna mortificación de algún tipo.
Te invitamos a leer la experiencia de otra de nuestras mamás-bloggeras sobre sus preocupaciones durante el primer año de su hijo.
Luego, me acordé de mi mamá, que todos los días está al pendiente de sus hijas y del nieto que la trae vuelta loca, pero además ya está preocupada por hacerle moños y bandas para la cabeza a su nieta que está por nacer: “¿Cómo crees que mi nieta no va a salir del hospital con un moño en la cabeza?” ¿Y qué puedo decir de mi abuelita, que parece la madre Teresa de Calculta vuelta a nacer? Se preocupa hasta por los hijos de la señora que hace la limpieza en su casa, como si no tuviera suficiente con sus siete hijos, veinte nietos y dos bisnietos. Esta semana, me dio un plato de tapioca que le encanta a Juliancito, su bisnieto, para que se le endulzara la vida después de su primer día de clases. ¡En todo está!
Mi conclusión después de aquel desayunito es que desde el momento en que nos convertimos en mamás, hasta el día que no estemos en esta tierra, estaremos preocupadas por algo relacionado a nuestros hijos.
Por ahora: que si la leche, que si respira, que si tiene frío o calor; y de más grandes: “¿qué comiste hoy?”, “¿dónde vas a estudiar?”, “¿qué trabajo tienes?”. Siempre habrá una razón para estar al pendiente de nuestros pedacitos de cielo.
En este artículo encontrarás 10 tips para que te sientas bien y puedas influir positivamente en tus hijos.
Creo que hay que ver con filosofía tantas mortificaciones, relajarnos y tomarnos cinco minutos del día para respirar profundo. Por lo visto, siempre tendremos alguna preocupación, así que hay que verlo con buena actitud. ¡Al mal tiempo buena cara y siempre adelante! Esto apenas empieza.