¿Sabes qué tienen en común la sonrisa y el llanto de tu bebé? Aunque parecen conductas opuestas, ambas son herramientas instintivas con las que nace tu hijo para garantizar su supervivencia. Escuchar su llanto te lleva de inmediato a acercarte, tomarlo en brazos, y buscar resolver la causa de la incomodidad. Pero la sonrisa es inclusive más efectiva pues ¿qué adulto se puede resistir a un bebé sonriente?
En este artículo podrás encontrar más información acerca de la sonrisa de tu bebé.
El llanto es una señal fundamental del sistema biológico instintivo al que conocemos como apego. Este sistema se podría comparar con un botón que se activa en tu bebé cuando percibe alguna amenaza en su entorno. Esta solo se puede apagar cuando se tranquiliza estando en tus brazos, ya que desde que nace sabe que contigo está seguro.
¿Dónde entra la sonrisa en este sistema? Cada momento de conexión que compartes con tu hijo, cada sonrisa que intercambias, cada juego o carcajada te permiten saber un poco más de cómo se activa el botón de alarma en tu bebé y cuáles son las estrategias más efectivas para desactivarlo. Al intercambiar sonrisas, se despierta en ti y en tu bebé una cascada de sensaciones agradables. Estas, además de facilitar tu capacidad de entender el lenguaje no verbal de tu bebé, fortalecen en su cerebro las vías neuronales asociadas con el placer y la motivación.
Para saber cómo se “enciende” el cerebro de tu bebé, da clic aquí.
La sonrisa y el llanto son las señales más evidentes del lenguaje del bebé. Con estos, tu bebé te comunica constantemente sobre su estado físico y emocional: un bebé con frío está incómodo y necesita ser arropado, para regresar a un estado agradable para él; del mismo modo, un bebé que se siente aburrido, requiere que tú identifiques ese estado y lo cambies para que vuelva a estar cómodo. Esta capacidad que tenemos las mamás para reconocer el estado de nuestros bebés y ayudarlos a regresar a su estado emocional óptimo se llama sintonía y es clave en el apego.
La sintonía es un proceso que se desarrolla gradualmente y que implica que como mamá puedas responder con sensibilidad a las necesidades que tu bebé te comunica. La clave está en estar presente y conectada cuando el cuerpo de tu bebé busca mandarte una señal. Sin embargo, lograr esto no siempre es fácil, ya que necesitas silenciar a las voces, a los libros sobre crianza, a las amigas, al horario que buscas establecer y simplemente observar y sentir, hasta crear un baile entre tu bebé y tú.
Poco a poco, en tu viaje como mamá vas a ir aprendiendo a sentir, observar y entender señales cada vez más sutiles: a reconocer cuando un movimientos de cabeza te habla de hambre, de interés o de sobreestimulación. Además, irás aprendiendo cómo reaccionar ante estos. Aún con la experiencia, van a abundar los malentendidos. A veces, por ejemplo, va a llorar porque lo estás acostando y no tiene sueño y tú vas a pensar que tiene hambre; va a llorar porque está rozado y tú vas a buscar distraerlo con una sonaja, columpiarlo o cambiarlo de posición. Pero no te preocupes, ya que son estos desaciertos, este ir y venir entre sus mensajes y tus respuestas, los que le van a permitir, en un futuro, manejar la frustración cuando en la vida las cosas no salgan exactamente como a él le gustaría. Asimismo, le van a permitir intentar una y otra vez con la certeza de que finalmente las cosas van a estar bien.