Creo que uno de los temas que más preocupan a los papás, seamos primerizos o no, es que nuestro bebé duerma bien y, por lo tanto, nos deje dormir. Al respecto hay varias técnicas que yo clasificaría en dos grandes corrientes: i) las que van con la idea de dejarlos llorar y ii) las que se apegan a las ideas de la crianza con apego. Cuando nació nuestro bebé, nosotros decidimos por la segunda y hoy les comparto mi experiencia.
Cuando nació, decidimos dormir a nuestro bebito en nuestro cuarto: en una cuna colecho. Decidimos esto después de que estuve buscando algunas opciones que le dieran a él su propio espacio y que no necesariamente durmiera en el mismo colchón que nosotros. Encontré que hay varios tipos de cunita-cajón que funcionan como una “extensión” de la cama paterna, manteniendo ese pequeño espacio individual. Tuve la suerte de que mi mejor amigo, que hace muebles, me hiciera uno a la medida y quedó muy, muy bien.
La cuna colecho nos funcionó muy bien. Primero que nada, porque yo estaba operada de cesárea y me era muy complicado moverme. Así, en las noches solo tenía que ladearme un poco, tomar a mi hijo de su pequeño cajón y ponerlo al pecho y luego de vuelta a la cuna colecho. A veces nos quedábamos dormidos y al menos yo puedo decir que nunca tuve miedo de aplastarlo, hay quien sí, pero creo que como mamá siempre estás consciente de que el pequeño está junto a ti. Movimos a nuestro hijo a su propio cuarto a los cinco meses, cuando empezó a dormir más horas de corrido, y aunque ahora duerme unas diez u once horas de corrido, hay varias noches que nos despierta a media madrugada. Ante ello, yo he decidido llevarlo a la cama y que duerma esa última parte de la noche con nosotros. Y para dormir, lo acuno en mis brazos mientras hace su última toma al pecho.
En mi experiencia, todo el mundo opina, pero recuerda que es decisión de cada quien, y que los consejos de las abuelas y amigas son eso: consejos. No son la verdad revelada y hay muchísima literatura al respecto que puede encontrarse gratis en Internet.