Ahora que soy mamá de Martín y que mi propia madre vive lejos, he tenido la oportunidad de visitarla en dos ocasiones. La última vez fue más especial y difícil que la anterior. Especial porque fuimos a pasar el año nuevo así que la reunión familiar y los paseos que realizamos nos llenaron a todos de alegría. El lado difícil fue que desde que salí de casa al aeropuerto, las cosas se pusieron feas. Berrinches y pataletas desde que documentamos, abordamos y llegamos a nuestro destino.
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A los bebés y niños pequeños les trastorna mucho salir de su casa y entorno cercano. Viajar y moverles horarios de siestas y comidas nunca ha sido fácil para ellos, aunque a veces parece que los papás pasamos por alto este pequeño-gran estrés. En nuestro caso se juntó además que estábamos ya en una etapa de destete parcial ya que yo había vuelto al trabajo, y esos días fuera de casa los pasó de nuevo pegados al pecho.
Además del pecho permanente, otro gran reto para él fue el soportar el ritmo de ajetreado de subir y bajar del coche, hacer compras, viajar horas en carretera, usar gorros y chamarras a los que no está acostumbrado, entre otras. Así pasamos diez días donde todo fue un problema y donde siempre acabó en el piso haciendo berrinche. Estas situaciones “difíciles” ponen a prueba la paciencia. Como mamá es necesario aprender qué batallas pelear, qué alternativas proponer y cuando de plano es mejor dar la vuelta antes de soltar un par de gritos y dar una nalgada, lo cual estuve muy, pero muy, cerca de hacer.
¿Cuál fue mi aprendizaje?
Nadie conoce mejor a nuestros hijos que nosotros, así que hay que detenerse y hacer lo siguiente:
- Piensa en algo que pueda distraerlos para cambiarles el foco de la situación difícil que están pasando.
- En realidad, a nadie le importan los berrinches. Bueno, tal vez un poco a quienes no tienen hijos, pero no vale la pena sentirse juzgado. Solo toma acciones y preocúpate por la situación emocional de tu hijo y la tuya, y ya.
- A pesar de los cambios en las rutinas, hay algunas constantes que pueden mantenerse y otras situaciones a las que podemos adelantarnos para que no tomen a nuestros hijos por sorpresa. Por ejemplo, los lugares donde elegimos comer, las merienditas que compramos (en todo el mundo venden yogurt y galletas, por ejemplo) y la hora de acostarse. En nuestro caso, aunque varios días esto fue más tarde, a mí me funcionó mantener la rutina de baño y canciones intacta.
A ustedes ¿cómo les fue de vacaciones?