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La importancia de poner límites a tus hijos

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Frecuentemente escuchamos, tanto en las noticias como en la vida cotidiana, acerca de las agresiones físicas y verbales que se dan entre los niños dentro de las escuelas; es lamentable, pero esto también ocurre a una edad muy temprana, en los jardines de niños. Esperarías que a tu hijo no le tocara vivir esta situación cuando tiene apenas 3 o 4 años, y probablemente te angustie saber que estará expuesto a una problemática tan grave como ésta.

Nosotros como padres podemos hacer un cambio si desde casa procuramos inculcar valores en nuestros hijos con el ejemplo y el diálogo; sobre todo, enseñándoles a apreciar a las personas con las que interactúan desde pequeños. Somos los responsables de guiar a nuestros hijos, y hacer de ellos unos niños sanos, que eviten el abuso: ni generarlo, ni tolerarlo sobre sí mismos o sobre otros.

¿Cómo podemos lograr esto?

Primero que todo, debes considerar que tu hijo es único en tu vida, pero es otro ser humano que formará parte de un grupo en donde convivirá con otros pequeños; un miembro de un colectivo que debe aportar, apoyar y no ser obstáculo para el desarrollo de otros y del conjunto.

Es frecuente sentirse culpable al poner reglas de orden y convivencia, y más si realmente cumples con las consecuencias establecidas. Quiero decirte que no es fácil dejar de sentirte mal; pero sólo piensa en los grandes beneficios que obtendrán en su futuro tu hijo o hija.

Un ejemplo muy sencillo: cuando nuestro hijo ha sacado sus juguetes para divertirse y ya no quiere seguir jugando, él deberá levantarlos y guardarlos. ¿Cuántas veces ha sucedido que tú terminas guardando todo el tiradero? Este es un momento en el que le enseñas a ser responsable y ordenado, o al contrario, a dar por hecho que alguien más se ocupará del orden y la limpieza.

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Si llegase el momento de imponer a los chicos un pequeño castigo, trata de ser firme y no ceder; así, ellos sabrán que deben cumplir con las reglas establecidas desde el principio. Si adviertes pero no cumples, aprenderán que se pueden escapar a las consecuencias de sus actos si se comportan encantadores, o si mienten, o si se niegan con arrogancia. No quieres ninguna de esas actitudes para tus hijos, y ciertamente no te gustaría que en el futuro sufran porque alguien los deba someter antes que convencer por su costumbre de “salirse con la suya”, propiciada por ti misma.

Demuéstrale a tu hijo que no lo dejas de querer sólo por decirle un “No” a tiempo. Tómalo de la mano: es importante que tu pequeño se sienta seguro. Enséñalo a escuchar. ¿De qué manera? Cuando hables con él o ella, ya sea por un regaño o para felicitarlo por algún logro, mírale a los ojos, sé clara.

Intégralo a tu vida; por sencillo que sea, que te ayude en labores cotidianas hace que conviva contigo y sea ordenado. Recuerda que como padres seremos el reflejo de nuestros pequeños: ellos nos observan y repetirán actitudes. Los demás que encontrarán a nuestros hijos a lo largo de la vida nos lo agradecerán o, por el contrario, pensarán –con razón– que no cumplimos con nuestra responsabilidad paterna y materna.

Palabras como “reglas” y “límites” se perciben muy fuertes para poder aplicarlas a nuestros pequeños, cuando tienen 4 años o menos, pero te garantizo que es todo lo contrario. Reglas y límites, expresadas y cumplidas en su desarrollo, les ayudarán a ser unos niños más seguros y sobre todo a que tengan la capacidad de interactuar positivamente con sus demás compañeros, y en el futuro sean personas que respeten y se hagan responsables de sus actos.

Como ya lo hemos mencionado, el cariño que no pone límites justos provoca que, en su edad adulta, nuestros hijos puedan tener conflictos socialmente por no tener la capacidad de interactuar con sus pares. Evita que sean niños individualistas: se puede ser de personalidad clara sin dejar de ser solidario, un compañero confiable, un amigo generoso, un miembro del equipo que no abandona.

Recuerda que somos los responsables de nuestros bebés. El amor que tenemos debe ser concreto, y no caer en la sobreprotección que les evite esfuerzo, perseverancia o autocontrol. Empieza a generar un cambio; convéncete de que no los dejamos de querer por tratar de educarlos, sino precisamente lo contrario: porque los queremos, los educamos.

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* Psicóloga en formación, Mexicanos Primero

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