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A mi primer hijo, Julián, nunca le gustó el chupón. Pensé que con Loreta sería igual. Pensaba: “¿Por qué necesitaría un chupón si su hermano nunca lo usó?”. Me equivoqué.
Durante su primer mes de nacida, Loreta y yo, no nos estábamos entendiendo en lo absoluto. Ella lloraba continuamente sin ninguna razón aparente. Todas las noches después de bañarla era un drama. Intente de todo: medicina para cólico y reflujo, consolarla abrazándola y meciéndola. No había manera de calmarla.
Hasta que un día, decidimos correr a comprar el famoso chupón, el cual llegó a darnos un respiro y a devolver un poco de tranquilidad a nuestro hogar.
Se acabaron los llantos y las crisis por las noches. No era cólico ni era acidez, el chupón era la respuesta. Ella simplemente quería la tranquilidad y la seguridad que el chupón proporciona cuando está succionando.
En este artículo podrás encontrar información de cuándo es recomendado el chupón, da clic aquí.
Hoy tengo varios chupones repartidos en diferentes “estaciones” de mi casa. Me preocupo por siempre traer uno en la pañalera. También intento que mi hijo, quien nunca usó chupón, no trate de empezar con esta costumbre. Continuamente se me pierden o se me caen al piso y sí, por momentos desearía que no lo usara para despreocuparme por saber si está limpio, sucio o desinfectado. Pero por el momento ha sido una herramienta sumamente útil. Y mientras ella esté feliz, yo también.
Ya después me preocuparé por quitárselo, pero hoy puedo decir ¡Gracias chupón! ¡Cuentéenme su experiencia!
Si quieres conocer otro punto de vista del uso del chupón, te recomendamos leer el artículo: Uso del chupón.
