Cuántas veces no te han preguntado: “¿Cuándo empezó a gatear tu bebé?”, “¿Cuál fue su primera palabra?”, “¿Mordió a algún niño alguna vez?”, “¿A qué edad le diste huevo?”. Pareciera que esos datos importantísimos siempre los vas a tener bien guardados para cuando te pregunten. Sin embargo, conforme pasan los meses y empiezan a llegar más hijos, esa información que juraste recordar por el resto de tu vida empieza a desvanecerse y se vuelve un poco confusa.
De repente, ya estás confundida si gateó a los 7 u 8 meses; haces memoria para recordar si su primera palabra fue agua o mamá; crees que jamás mordió a un niño; y según tú, el huevo se lo diste al año aunque con el segundo hijo empezaste antes.
Desde que nació Julián, yo empecé con una muy buena práctica de escribir mes con mes lo más relevante que había pasado. Por las noches, me tomaba unos quince a veinte minutos y simplemente empezaba a escribir sobre sus gracias nuevas, viajes, paseos, visitas de la familia, travesuras, en fin, todo lo que me parecía relevante. Después de que cumplió un año, lo empecé a hacer cada mes y medio o dos. Pero lo importante es que sigo escribiendo.
No sé cuánto tiempo más continuaré con esta costumbre. Lo que les puedo asegurar es que en unos años, cuando se lo entregue a Juliancito, se va a dar cuenta de todo el amor que sus padres le tienen, de lo feliz que fueron sus primeros años, y de lo afortunado que ha sido desde el momento en que llegó a este mundo.
Gracias a su libro de los recuerdos tu bebé se va a dar cuenta de todo el amor que sus padres le tienen, de lo feliz que fueron sus primeros años.
Yo les recomiendo comenzar con esta bonita tradición. Además de que nos ayuda a recordar aquellos detallitos, anécdotas o historias de nuestros bebés, también se convertirá en un cuadernillo muy preciado y con mucho valor sentimental para nuestros hijos y en un futuro para sus familias.
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¿A quién no le gusta que le cuenten cómo eran de bebés?
¡Dense prisa en escribir! ¡Ya me lo agradecerán después!