El fin de semana pasado cumplimos quince días de haber(nos) destetado. Mi hijo tiene exactamente 2 años y 5 meses de edad y aunque siempre pensé que lo dejaría destetarse de manera natural, recientemente decidí hacerlo de manera “unilateral”. Entre mis razones se encuentran básicamente dos:
- Se había generado una dinámica que no me gustaba: mi hijo ya no jugaba conmigo, ni leíamos libros, ni hacíamos otra cosa más que “chichi”. Entiendo el apego emocional y la importancia de sentirse cerca de mí, calientito en el seno materno, pero para mí era hasta triste, no interactuar con él para nada más que para el pecho. Además, generaba unos dramas de proporciones épicas cuando de pronto yo se lo negaba o intentaba negociar que en ese momento no.
- Yo necesitaba dormir porque trabajo jornadas larguísimas en el día: llevaba dos años y cinco meses de colecho y de tenerlo pegado al pecho durante toda la noche, todas las noches. Si bien seguimos colechando, ahora él duerme de corrido en dos tandas, 8 a 11 o 12 pm que se despierta y toma agua, y luego de ahí hasta las 6 am.
Cada bebé y cada familia son distintos y por ello creo firmemente que las decisiones sobre destete, alimentación, desarrollo y otros, no deben compararse.
Hablando por nosotros, la verdad, ha sido más sencillo de lo que pensé. De hecho, pensar en el destete definitivo me causaba sentimientos encontrados y mucho miedo. Había leído muchas experiencias y consejos… seguía valorando si hacerlo o no. Un viernes por la noche tomé la decisión y lo hablé con mi hijo, quien aunque es muy pequeño, entiende perfecto todo. Así pues, le dije “vamos a hacer un trato: mañana es el último día que tomas chichi”.
Todo el sábado le di el pecho cuantas veces me lo pidió y dos o tres veces le recordé que “mañana ya no habría chichi”. Esa noche, en algún momento me pidió y le dije que no, lloró un poquito, pero ofrecí abrazarlo y darle besitos para volverse a dormir. Y así fueron pasando los días, sin mayor drama. Tengo la “ventaja” de trabajar fuera de la casa, con lo que él ya estaba parcialmente destetado y, aunque durante la primera semana sí me siguió pidiendo la toma nocturna, le ofrecí un traguito de agua y un abrazo y eso ha funcionado bien.
El primer fin de semana sí me pidió unas dos o tres veces por día, a lo que le respondí que “ya no había” y a cambio le ofrecí abrazos, besitos y juegos. Hubo un par de veces que lloró y otras en las que simplemente se fue a jugar a otro lado, ignorándome. Tras la segunda semana, prácticamente no me volvió a pedir.
Creo que si piensas destetar, el secreto está en hacerlo con una actitud de mucho cariño, momentos de cercanía y juego. No regañarlos, no hacerlo de mala gana. Definitivamente, el pecho no es sólo la leche, las calorías o el alimento, sino todo un apego emocional al que hay que irse adaptando. Otra cosa súper importante que hablaba con mi pediatra-consultora de lactancia es que, si vas a hacerlo, lo hagas cuando estés convencida, ya que muchos casos de fracaso están relacionados con esos sentimientos encontrados de culpa o de tristeza que acompañan a la mamá en el destete… Si estos son muy fuertes, probablemente no están listos para destetar y más bien sientes presiones externas para hacerlo. Repito, yo pensé siempre en destetar de manera natural, sin embargo llegó ese momento en que estaba igual de convencida en hacerlo por iniciativa propia. Ambas se valen.
Vamos a mitad de la tercera semana y puedo decir que el destete ha sido prueba superada.