Recordar esto es importante cuando se habla de un hijo único, ya que ésta es también una decisión de la que sólo cada pareja conoce los detalles.

En ocasiones, se trata de una decisión pensada desde el primer momento, por considerarla como la mejor opción para una familia que quiere dedicar todos sus esfuerzos, amor, tiempo, ánimo y hasta patrimonio a sólo un hijo. Y es muy válido.

Pero también puede ser una decisión resultado de los efectos secundarios, por ejemplo, de la separación de los papás o de las dificultades y hasta la imposibilidad de volver a lograr un embarazo, por lo cual cuestionar a una pareja acerca de “¿para cuándo el hermanito?”, muchas veces no sólo resulta incómodo, sino también doloroso.

Es muy común escuchar que a un hijo único “le hace falta un hermano” y cuando se hacen ese tipo de comentarios estamos olvidando que cada ser humano es diferente de los demás y que no porque algo sea bueno para unos, debe serlo para todos. Tengamos en cuenta que a veces los hermanos se encuentran a lo largo de la vida, si somos capaces de crear lazos de amistad fuertes y honestos. 

Aunque los tips que voy a mencionar no son exclusivos para papás de hijos únicos, sí son detalles a los que se puede prestar mayor atención:

• Preparar con anticipación lo que se le va a responder al niño cuando pida tener un hermanito o cuando pregunte por qué no lo tiene. Es muy importante que mamá y papá den la misma respuesta, cada uno con su estilo.

• Evitar que el niño se convierta en el centro de la vida de los papás: sí, es una de las partes más importantes de ella, pero si lo convertimos en el eje de nuestra vida, estaremos descuidando también la relación de pareja y sobre todo, de la relación con uno mismo, además de que cuando crezca, tendrá que irse a vivir su vida.

• Buscar actividades que le permitan jugar y divertirse con niños de su edad. No se trata de actividades después de clase, sino de pasatiempos, en donde pueda compartir con otros niños juguetes, juegos y puntos de vista

• Preparar los documentos de los que a nadie le gusta hablar: testamento, paquete funerario y un buen ahorro para el retiro, además de un ahorro que le permita más adelante realizar estudios universitarios, viajar o iniciar un negocio.

• Crear como papás un álbum de recuerdos, con fotos y anécdotas de su crecimiento, de los logros que va alcanzando y permitirle que participe en esta actividad, conforme vaya creciendo.

• Participar en reuniones familiares, que le ayuden a construir lazos con abuelos, primos y tíos que le permitan saber que es parte de una familia mayor.

Pero sobre todo, aprovechar cada oportunidad para llenarle de besos, caricias, tiempo y todo nuestro amor.

Y es que lograr la lactancia no es sencillo, pues en ello intervienen muchos factores. Primero, cada bebé es diferente y la experiencia que se haya tenido con el primer hijo no quiere decir que vaya a repetirse con los siguientes. Y eso, cuando ha habido experiencia previa, pero si se trata de una mamá primeriza: las dudas y el desconocimiento del propio cuerpo pueden ser mayores. También está el hecho de que el recién nacido está aprendiendo a alimentarse, pues antes de nacer no había tenido necesidad de hacerlo.

Sí, las primeras semanas pueden ser un reto grande. Pero cuando vemos que ya pasó un mes y que mamá y bebé se van acoplando y van estableciendo un ritmo, entonces poco a poco todo se regula y se vuelve más sencillo.

De pronto, ya no sólo ha pasado un mes, sino tres. Se han atravesado huelgas de lactancia y brotes de crecimiento. Llegan los seis meses y comienza la alimentación complementaria. Y así, en un pestañeo, el bebé ya tiene un año y sigue tomando leche materna.

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Sabemos que la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomienda que los niños se alimenten con leche materna al menos del nacimiento a los dos primeros años de vida. Sabemos que naturalmente el destete puede tener lugar entre los dos y los seis o siete meses. Y sabemos que un niño puede decidir de pronto que ya ha tenido suficiente leche materna y la quiere dejar.

Pero ¿qué ocurre cuando mamá siente que ha llegado el momento del destete después de una lactancia prolongada? A lo mejor, el plan inicial era que el bebé o niño dejara voluntariamente la leche materna. Pero recordemos que la lactancia es una relación que involucra también a mamá y es válido que en algún punto ella se cuestione si quiere continuar o no. Y si decide que quiere destetar, debe recibir el mismo apoyo, sin juicios, que cuando tomó la decisión de amamantar.

Es importante estar segura de que el momento del destete ha llegado. Y saber que requerirá de paciencia. Para empezar, se debe platicar con el bebé. No importa la edad que tenga, hay que avisarle que se va a iniciar con el destete y explicarle que es una etapa que termina, pero que en su lugar va a llegar otra en donde mamá podrá pasar tiempo a su lado de forma diferente, llenándolo de mucho amor. Hay que dejarle claro que no se le está quitando la leche, sino que se le va a ayudar a que él mismo la deje cuando esté listo.

Y entonces sí, con la certeza de que se ha tomado la mejor decisión como mamá y como mujer, después de haber hablado con el bebé, inicia la acción. O más bien, se detiene, pues la forma más respetuosa y amorosa para destetar consiste según la Liga de La Leche en “no ofrecer, no negar”. Es decir, ya no se le da leche materna al bebé o niño si él no la ha pedido. Si la pide, se le puede sugerir algo más: un poco de agua, algo de comer, un abrazo o un rato de juego. Si aun así insiste en que quiere leche, entonces se le da.

Esta forma de destete lleva tiempo. Es posible que las tomas durante el día dejen de hacerse en una semana o en un mes. Pero las tomas nocturnas llevarán un poco más, sobre todo si hay colecho. Esto no significa que se debe dejar de dormir con el bebé si la familia quiere colechar, es sólo que se deberá tener un poco más de paciencia. Cada niño tiene su ritmo y sus necesidades de afecto, que nutre también con la leche de mamá.

“No ofrecer, no negar” tiene también una ventaja para mamá, pues su cuerpo se acostumbra de forma paulatina a reducir la producción de leche, evitando el riesgo de padecer molestias en los senos y también ayuda a mamá a aceptar esta forma de separación de su bebé.

Cuando se ha iniciado con el destete de esta forma, mamá puede disfrutar la lactancia mucho más, pues no se sabe cual toma de leche, será la última.

En el embarazo, la placenta cumple varias funciones. La más importante es la transmisión de nutrientes al bebé, adaptándose a sus necesidades.

Sí, la placenta es muy importante para el desarrollo del bebé antes de nacer, pero ¿qué ocurre después? Comúnmente en los hospitales es tratada como un desecho. ¿Pero te has preguntado si puede ser útil para algo más?

Cuando estaba embarazada y alguien me sugirió comer mi placenta me pareció muy extraño. Sabía que es algo que todos los animales hacen, pero ¿yo? Además, ¿para qué querría hacerlo? ¿Sería otra moda de embarazadas o realmente tenía algún sentido?

No aguanté la curiosidad y lo primero que hice fue consultarlo con mi ginecóloga, quien está a favor del parto respetado. Ella me explicó desde el punto de vista médico que ingerir la placenta sí otorga beneficios para la madre recién parida y durante el puerperio. Algunos ejemplos son:

• Apoya a restablecer el equilibrio hormonal después del parto.
• Contribuye a la producción de leche.
• Aporta hierro y vitamina K, que compensan la pérdida de sangre y previenen hemorragias.
• Reduce la depresión post-parto.

La buena noticia fue que no había que comerla, sino que con ella se pueden preparar cápsulas que se ingieren por la mañana. Lo único que se tiene que hacer después del nacimiento, y de de la salida de la placenta, es pedirle al hospital que ésta no se deseche, sino que se entregue a la mamá. La placenta se congela o en ese momento se entrega a la doula o persona que vaya a preparar las cápsulas.

Aunque culturalmente hablar de ingerir la placenta puede generar muchas reacciones en contra,  la realidad es que ofrece una oportunidad para fortalecer una conexión profunda con nuestro instinto materno e integrarlo a la mujer que cada una es. Lo digo por experiencia.

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¿Qué tan cierto es esto? ¿Se trata de una moda más? ¿Cómo funcionan estos collares? ¿De dónde salieron?

El uso de collares de ámbar para bebés en realidad es algo común, sobre todo en algunos países de Europa y últimamente en América Latina.

El ámbar es una resina de árbol fosilizada y aunque es posible encontrarlo en diferentes partes del mundo, se considera en general que el mejor ámbar procede de las costas del mar Báltico. Éste es el que se utiliza para la elaboración de los collares.

Se ha observado que el ámbar posee ácido succínico, una sustancia que ayuda a desinflamar cuando se calienta al entrar en contacto con la piel. Por esta razón, es muy útil para aliviar las molestias de la dentición, principalmente relacionadas con la inflamación de las encías, ya que es un analgésico natural.

En México también es posible encontrar estos collares y si se ha decidido utilizarlo es importante tomar en cuenta lo siguiente:

• Asegurarse de que sea ámbar, ya que éste es fácilmente falsificable. Los collares de ámbar auténtico siempre deben entregar un certificado.

• Buscar collares de ámbar báltico, pues es el que concentra mayor cantidad de ácido succínico.

• Las cuentas deben estar anudadas una por una. Esto es porque aunque difícilmente el hilo con que se elaboran los collares puede romperse en manos de un niño, si llegara a reventarse, las cuentas se mantienen en su sitio, evitando que el bebé se las pueda llevar a la boca.

• El broche de cierre del collar debe ser de rosca y estar cubierto con ámbar, para que los bebés no lo puedan encontrar ni abrir con facilidad.

• Lo ideal es utilizar el collar sólo durante el día y retirarlo al momento de dormir, incluso la siesta si el bebé no está bajo supervisión de un adulto.

• Los collares de ámbar pueden utilizarse a partir de los 3 meses de edad o cuando empiecen a salir los primeros dientes. Pueden usarse todos los días o sólo en los momentos en que se agudiza la dentición.

• Existen diferentes tonalidades de ámbar; siempre que sea auténtico, puede elegirse el que cada uno prefiera, pues todos ayudan a desinflamar.

La decisión de utilizar el ámbar como remedio natural para las molestias de la dentición depende de cada familia y también de cada bebé. Lo importante es contar con información que ayude a decidir.

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Sin embargo, la realidad es que, llegado el momento, todos nuestros niños iniciarán su etapa escolar y comenzarán a cambiar su rutina para adaptarse a un mundo que se abre ante ellos, lleno de nuevas experiencias y también de nuevas personas en su entorno.

Pensando en los niños que son criados exclusivamente en casa por mamá, papá o abuelos, es decir, que no van a una guardería, algunos centros de estimulación temprana y jardines de niños han desarrollado los llamados “talleres de desapego”, cuya finalidad es que los pequeños comiencen a tener la experiencia de salir de casa y pasar unas horas del día en un ambiente diferente, rodeados de nuevas personas y conviviendo con otros niños. De esta manera, los van preparando para que cuando comiencen a asistir al kínder, la experiencia sea más grata para ellos y sientan menos temor y estrés por tener que separarse de mamá o de sus cuidadores y por dejar su hogar para estar en un lugar que inicialmente les es ajeno y lleno de extraños.

Casi todos los talleres de desapego inician con un periodo de adaptación, logrando que al final el pequeño asista durante tres horas diarias, lapso en el que estará al cuidado de personal experto mientras realiza actividades adecuadas para su edad, rodeado de niños que pueden con el tiempo convertirse en sus primeros amigos.

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Aunque los talleres de desapego están pensados para los niños, también son un buen ejercicio para quienes los han cuidado, sobre todo para mamá, pues le ayudan a asimilar que su bebé está creciendo, que poco a poco depende menos de ella y que comienza a tener actividades propias. Así, mamá también inicia una nueva etapa para ella misma, como mujer, como compañera y como madre.

Como todo nuevo proceso, si se toma la decisión de inscribir al niño en un taller de desapego, es indispensable platicar antes con él, explicarle lo que va a suceder, lo que va a aprender y cuánto va a disfrutar de la experiencia, sin forzarlo y dando tiempo a que se adapte a este cambio.

Finalmente, este taller es sólo una opción. No hay prisas, ya que el mejor momento para que ocurra esta primera separación física entre mamá y bebé es cuando los dos se sientan listos para ello, siguiendo su propio ritmo.

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A veces, pueden tratarse de situaciones relacionadas con cambios en el entorno familiar que estén provocando en el niño un desajuste, como por ejemplo un cambio de casa, dejar el chupón o el biberón, comenzar a dormir solo, la llegada de un hermano, la enfermedad o muerte de un familiar, la pérdida de una mascota o la separación de sus papás.

En otras ocasiones, pueden ser acciones que él tome como resultado de la convivencia e interacción con otras personas, como morder o golpear, llorar en exceso, manifestar temores que le impiden dormir o actuar, o ser demasiado tímido.

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Lo importante es tener siempre presente que nada de lo anterior representa un problema. No es que el niño esté fallando o que haya algo malo con él, sino que se está enfrentado a situaciones que todavía no está en posibilidades de manejar. Recordemos que cada uno de nosotros tiene una forma particular de enfrentar la vida y si a veces a los adultos nos resulta difícil expresar adecuadamente lo que sentimos, para un niño esto puede representar la más dura de todas las tareas.

Una vez que se ha tomado la decisión de buscar el apoyo de un especialista, vale la pena tomar en cuenta lo siguiente:

1. Asegurarse de que el psicólogo cuenta con formación para trabajar con niños, pues ellos necesitan un espacio de contención amigable y que les genere confianza.
2. Explicar al niño con anticipación el motivo de la visita al psicólogo: es una persona que va a platicar con él para ayudarlo a expresar lo que siente.
3. Permitir al niño decidir si quiere continuar asistiendo a las sesiones o no y escuchar sus razones. Esto no es consentir al niño, es darle valor a su voz.
4. Recordar que el psicólogo no va a “arreglar” al niño, le va a ayudar a descubrir sus talentos, a expresar sus emociones, y a amarse tal y como es.
5. Permitir que el niño tenga las sesiones a solas con el psicólogo, pero permanecer cerca y preguntarle siempre al niño si se siente a gusto o no con esa persona. Es válido que en ocasiones los padres puedan interactuar con el niño y el psicólogo durante la sesión, siempre que haya un propósito para ello.
6. Solicitar al psicólogo recomendaciones para tener un mejor acercamiento con el niño y fortalecer la relación que se tiene con él.

Asistir al psicólogo le enseña al niño que es importante pedir ayuda cuando se necesita y que no hay sentimientos buenos o malos, sino que tiene que aprender a expresarlos para su bienestar.

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Comúnmente es a los tres años cuando los niños ingresan a preescolar, pero es también posible prolongar la entrada al kínder hasta los cuatros años. Esto dependerá del estilo de crianza de cada familia y también del mismo niño. Muchas veces ellos son los que piden entrar al kínder porque se dan cuenta de que ahí hay más niños con quienes pueden jugar. Pero para otros pequeños, sobre todo quienes sólo han crecido en casa, esto puede ser un reto más difícil, porque implica separarse del ambiente que conocen.  Por ello, será importante platicar mucho con ellos y animarlos a esta nueva experiencia.

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¿Cómo elegir el mejor kinder?

No importa si ha tenido ya experiencia en una guardería, si lo has llevado a algún centro de estimulación temprana o si ha crecido en casa, te compartimos algunos consejos que pueden ayudarte al momento de elegir su primer kínder:

1. Inicia la búsqueda de jardines de niños que estén cerca de casa o de tu ruta hacia el trabajo para que el traslado sea más sencillo y no tengas que levantarte demasiado temprano, ni andar con prisas.
2. Toma en cuenta el horario en el que vas a atender a tu hijo: puede ser sólo durante la mañana, aunque algunos jardines de niños públicos y privados ofrecen también horario extendido con servicio de comedor, por una cuota adicional.
3. Valora si es importante para ti que tu hijo comience con una educación bilingüe, tecnológica y relativamente estricta. Todo esto puede recibirlo al iniciar la primaria sin problemas. El kínder tiene la función de enseñar a los niños a convivir con otros, a respetarse, a aprender mediante el juego y a desarrollar su imaginación para poder crear.
4. Cuando tengas definidas tus dos mejores opciones, solicita una visita para conocerlos en horario de clase y lleva contigo a tu hijo. Recuerda que él es quien va a pasar ahí su tiempo y tomarlo en cuenta al momento de elegir, es otra forma de respetarlo. Observen juntos el ambiente, cómo trabajan, cómo juegan y si es posible, platiquen un momento con su posible maestra.
5. Pregunta si el kínder tiene página de internet, la frecuencia con que realizan festivales, juntas con padres de familia y cómo puedes estar en contacto con la maestra de tu hijo.
6. Si puedes, escucha las experiencias de otros papás y de sus hijos, pero no pierdas de vista que cada uno habla según lo que ha vivido.

Recuerda que el kínder es sólo el inicio de la vida escolar de tu hijo. De ahí en adelante es muy importante tu presencia, apoyarlo en construir hábitos y responsabilidades de acuerdo a su edad, escucharlo cuando te diga lo que siente, conocer a sus compañeros, amigos y recordar que, si bien en el kínder él aprende cosas nuevas que le servirán para seguir aprendiendo, la verdadera educación, la que forma  valores y ayuda a que el mundo sea mejor, es la que tú le das en casa. La familia es la mejor escuela.

¿Llevarlos a la guardería o cuidarlos en casa? Descúbrelo en este artículo.