Vivimos en una cultura del miedo, la pena y la culpa hacia hablar abiertamente, hacia ser directos, hacia enfrentar conflictos de modo constructivo, hacia negociar, hacia dejar de complacer a otros, hacia dejar de quedar bien y, de modo muy especial, hacia la sexualidad.
Sin duda, creo que la palabra más usada en México para hablar de sexualidad es “aguas”. “Aguas con los hombres que te ponen el cuerno”, “aguas con la menstruación porque ya eres señorita”, “aguas si no eres buena en la cama porque te mandan a volar”, “aguas si eres buena en la cama porque va a creer que eres una chica fácil”, “aguas con que parezca que sabes mucho”, etc. Y esto empieza desde la infancia.
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Muchos de los traumas en torno a la sexualidad se siembran desde esta etapa de crecimiento, pero muchos de éstos se pueden prevenir con una buena educación sexual.
Desde que somos niños muchas mamás y papás, abuelas y abuelos, tías y tíos tratan de infundir miedo hacia el sexo, hacia el placer, hacia tocar o ver los genitales. La historia de esto es larga, combina nuestra historia indígena con la conquista española. Pero no venimos a este espacio a aprender historia.
Lo que sí quiero señalar es la importancia de tener una buena educación sexual, no infundirle miedo, pena o culpa a tus hijos, pues el ejercicio de la sexualidad es lo más normal y natural del mundo. En la medida que tus actitudes te lo permitan, le estarás haciendo un favor a tus hijos e incluso, a tu pareja.
Si permites que tus hijos o hijas exploren, platiquen, pregunten e investiguen sobre el tema, sin que te dé miedo, sin amenazas, sin caritas, sin gestos raros, los estarás apoyando para un desarrollo sano y, sobre todo, para una aceptación saludable del placer como parte de su desarrollo.
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¿Sabías que? Es normal que los niños y las niñas empiezan a tocar sus genitales cuando tienen alrededor de dos años. Es parte del proceso de conocerse y les es placentero.